Cruce de Caminos: WWW.com y el MAC de Panamá …relato auto-biográfico / Rogelio Pretto / Capítulo 18

Trilogia 2.0.1 (1)
Trilogía del Hombre — 1972  (pulse el título)
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Capítulo — 18

Inquietudes

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El viernes 31 de marzo de 1977 Judy anotó en su diario:

Último día de trabajo de Rogelio en las compañías. El día estuvo gris y lloviendo mucho. Muy triste.”

Bajo una lluvia liviana, con maletín en mano salí por última vez de la oficina en la Zona Libre.  Caminé todo el largo de la calle hacia la salida que da a la Avenida Roosevelt frente al colegio Abel Bravo. Nuestra casa quedaba a pocas cuadras. La lluvia había refrescado la tarde y su rocío me sentaba bien. Sentía una calmante liviandad en la frente a nivel del tercer ojo. No esperaba sentir tanta tranquilidad. 

        Habían pasado cinco años desde aquel momento revelador que tuve en el baño cuando decidí ser artista.  Y aunque ya estaba dándome a conocer como pintor en mi país, el camino hacia un éxito confiable como tal aun estaba en sus inciertos inicios.  De ahí en adelante ya no contaríamos con el aporte de mi salario a la economía de la familia. Fue por los cada vez mejores trabajos que Judy estaba logrando conseguir en el gobierno de la Zona del Canal que pudimos sobrellevar los tiempos de mayor inseguridad que nos esperaban.  Vendrían tiempos inseguros, pero en esos momentos, mientras caminaba bajo la lluvia, sentía la seguridad de que juntos enfrentaríamos lo necesario para superar los obstáculos, así como lo habíamos logrado otras veces cuando tuvimos que sobrevivir por nuestra cuenta en California sin ayuda de nuestros padres ni de nadie. 

        Aceleré el paso a casa. Quería llegar pronto para abrazar a mi amada compañera.

 

Mi partida de las compañías no había sido en los mejores términos con París. De hecho, quedarían cabos sueltos legales que confrontar y diferencias serias con el joven director que yo había conseguido como mi sucesor. Durante el periodo áspero y conflictivo de mi final en las empresas, nos desilusionó mucho a Judy y a mí el cambio en el comportamiento de amigos para conmigo y ella. Este par de anotaciones en su diario describe el tenso clima que acompañó mi separación: 

          Sábado 1º de  abril: “Me siento tan desilusionada de amigos—(los nombra); siento que son hipócritas…que hablan mal de nosotros, que nos envidian. Envidia es el mas grande de los pecados… Espero que el Karma los haga reconocer algún día el mal que nos han hecho.”

          Miércoles 5 de abril: “Un día muy friqueante para Pully — y para mí. Una depresión terrible y una paranoia insoportable. …Estamos viviendo momentos muy angustiantes — pobre Pully, está con tanto miedo de lo que pueden hacerle los amigos que ahora están en su contra. Dios mío — ayúdalo por favor, protégelo de sus enemigos.”

          Los problemas de inseguridad en las compañías y los que trajeron mis inquietudes por el arte, los veníamos confrontando juntos desde cinco años atrás cuando la perdida de Orlane los precipitó. Ahora que estaba sin trabajo, los de nuestra situación económica se nos harían más grave. Pero estábamos preparados para encarar lo que nos venía, al menos hasta donde nos permitían las experiencias de nuestras jóvenes edades. 

            Las crisis que habíamos confrontado durante el crítico quinquenio anterior no fueron solo las relacionadas a la transformación existencial que tuvimos que asumir para ir superándolas. También fuimos afectados por la turbulenta condición de la situación social y política del mundo y la de nuestro país que de alguna manera eran de impactar no solo nuestras vidas, sino las de todo el país y hasta más allá. Por ello al igual que nuestra maduración existencial, la intelectual y la de nuestro sentido planetario nos fue igual de importante. 

            1972 había arrancado el 1º de enero con una nueva prueba nuclear China. Los chinos habían iniciado su programa de pruebas cinco años antes, y concluirían años después con un total de cuarenta y cinco detonaciones. El siguiente 21 de febrero, el presidente Nixon haría una conveniente e histórica visita al antiguo país…y nueva potencia nuclear comunista. Para no quedarse atrás, otros países fueron en busca de la protección falible que ofrece el arma de destrucción más poderosa creada por el hombre. No demoró en globalizarse la carrera de naciones para armarse con el nefasto artefacto guerrero. 

            El potencial del Armagedón se nos acercó al mundo cómo nunca. De no tener cuidado, la humanidad podría auto destruirse con un imprudente apretar de botón—verdad que nos amenaza aun hoy día, y con consecuencias mucho más devastadoras.

            En contraste directo con el espectro de su aniquilamiento nuclear, al día siguiente de la prueba China ese 1º de enero, el mundo se entera de otro logro tecnológico de significado mundial. Este, en dirección contraria, fue de aplaudir como ejemplo más digno y enaltecedor de lo que es capaz el ingenio científico del ser humano. Mariner 9, la primera nave espacial en orbitar otro planeta había iniciado el mapeo de Marte, dándonos así, a los ciudadanos del orbe, evidencia en relieve cartográfica de que nuestra evolución planetaria existe entrelazada con la de nuestros vecinos hermanos galácticos. Y que, en cierto sentido, siendo la Tierra el único de nuestros planetas con vida orgánica, nos toca a nosotros ser los custodios del resto de nuestra vecindad.

            Pero ¿cómo pretender ser buenos cuidadores de nuestro barrio interplanetario si con nuestro hogar terrenal estamos fallando tanto en serlo? La peligrosa precariedad nuclear y climática en que se encuentra la existencia del hombre en la tierra es real, y existe la posibilidad de que ya estamos acercándonos a la catástrofe. Qué desperdicio de las nobles virtudes del hombre, si por faltarle consciencia de madurez a los países poderosos del mundo que nos lideran, nos precipitamos al exterminio. Qué trágico sería el capítulo de nuestra existencia astral, si por faltarnos prudencia desaparecemos de nuestro hogar galáctico y lo único que quedara de nosotros en los registros de la historia universal fuera nuestro triste fracaso existencial.

            Sin embargo, visto bajo el prisma de lo cósmico, de ser ese el destino que hemos de merecernos, nuestra extinción no sería juzgada como una falta de moral y de estupidez humana. El cosmos no juzga, ocurre.  Nuestra desaparición habrá sido más el resultado de un porque sí de nuestro destino de evolución, ya sea precipitado por una mala jugada de nuestro ADN …o por falta de protección divina.

Esas consideraciones cósmicas, junto a las de mi dilema con el comercio y nerviosidad ante el cambio radical que le había dado a mi vida, eran las contrastantes dimensiones de inquietudes existenciales que más atención le prestaba durante los cinco años a partir del 1972. Ambas perspectivas influían en mi afán por darle sentido a mi lugar en este mundo en que vivía, suelo planetario en el cual, a final de cuentas, sabía que solo me tocaba vivir una breve y pasajera experiencia humana.

            La sensibilidad bifocal para reflexionar, por un lado, sobre la inmensidad del Cosmos de la cual soy parte, y por el otro, como organismo pensante, ser capaz de escuchar el llamado de lo interno, la desarrollé sobre todo por medio de la lectura de libros, ensayos y artículos de personalidades con dotes de profundos conocimientos y sabiduría. Hacer uso de esas dos perspectivas y darle práctica en mi existir diario me fue personalmente esencial como disciplina de aprendizaje para el periodo transformador y de maduración en que me encontraba. Tanto para la manera de encarar mis obligaciones empresariales, como para la forma en que exploraría el terreno artístico que me llamaba la atención, me valdría de estos conceptos para procurarme una armonía existencial y proyectarla en mi producto artístico. En otras palabras, decidí usar mi arte para que reflejara el producto de ese aprendizaje en que me había embarcado.

            Y así fue como produje Trilogía del Hombre, mi primer trabajo formal al óleo sobre cartulina empleando la disciplina de el mándala para realizarla. Utilizada en las prácticas meditativas propias del budismo e hinduismo, el mándala es una representación esquemática y simbólica del macrocosmos y el microcosmos realizada generalmente mediante diagramas. En ese sentido, Trilogía no sigue los parámetros del mándala en su sentido más estricto. Pero sí obedece la norma del esquema del círculo y cuatro puntos cardinales, y la de producir la obra partiendo del centro del cuadro e ir realizándola de manera progresiva y simétrica hacía los extremos. El proceso estimula la meditación contemplativa.

            Según Carl Jung, mándalas representan la totalidad de la mente y abarca tanto el consciente como el inconsciente. Él sostuvo que el arquetipo de esta forma de arte meditativo se encuentra anclado muy firme en el inconsciente colectivo. Por ello perdura el mándala cómo motif representativo de la filosofía cósmica. Trilogía del Hombre la realicé usando como fuente de inspiración este concepto Jungiano del arte del mándala. Los elementos figurativos en la obra fueron evolucionando sin premeditación a medida que progresaba el trabajo.

Y durante todo ese proceso de maduración y de cambios radicales en mi existir, ¿qué de mi interés usual por el ambiente sociopolítico del terruño panameño? 

            Resulta curioso que por alguna razón no le prestaba la atención habitual de antes a la política.  No por falta de interés, sino tal vez porque ahora la veía desde una perspectiva mas separada de las emociones, divorciada del fervor y el drama ideológico. Aún reflexionaba sobre el peligroso futuro en que veía dirigirse la gobernación del país, pero no me afectaba como antes.  Mis valores habían tomado otro enfoque: el de aceptar que las cosas suceden porque sí, y medirlas a distancia. Nuestra suerte con el militarismo la veía sin definición, suspendida de manera temporal, y que su desenlace lo revelarían los hechos de los efectos a largo plazo de la intervención militar en el orden democrático de la nación panameña. 

            Por el momento me era claro de que el control del estado de la patria, sin mucha indignación de parte nuestra—los civiles—estaba muy empuñado en el “benévolo” dominio de la dictadura Torrijista.  Mediante exilios y hábiles maniobras internas de hostigamiento y con la seducción del soborno, algunos encarcelamientos y destierros, en corto tiempo el jefecito de gobierno logró neutralizar cualquier resistencia efectiva por parte de los políticos que su golpe militar y acciones posteriores lograron castrar.

            Desde el punto de vista personal, no me indigné, ni me extrañó lo fácil que les fue tomarse el país entero a la mediocre cúpula militar que tumbó al cobarde de Arnulfo. Cuando después del golpe comenzó a organizarse un pelotón de mercenarios financiado por políticos derrocados para combatir a los insurgentes de la Guardia Nacional, un par de militantes panameñistas me pidieron que formara parte del mando de las tropas que combatirían a Boris Martínez en Chiriquí. Habrán pensado que podían servirse de mi experiencia en la academia militar para comandar a los rebeldes mercenarios. Pero yo no iba a levantar un dedo de esfuerzo a favor de los arnulfistas. Ni de a vaina. Para mí, que Arnulfo se halla refugiado en la Zona del Canal cuando se dio el golpe lo encontré la peor y más desilusionante acción de cobardía y falta patriótica. 

            “Lo siento,” les dije, “conmigo no cuenten.”

            No me extrañaba que una mayoría de panameños hartos de la politiquería de siempre estuvieran en poco tiempo bailando al son del clarín de las nuevas promesas de cambio que le ofrecía muy seguro de sí el nuevo “ídolo” uniformado Omar. Todo al principio parecía irle mejor al pueblo con los militares. Pero yo poco me comía del cuento. A mí me olía que lo que teníamos encima era una nueva clase de panameños seducidos por el aroma del poder, lista, como los apoderados anteriores, para meterle mano al fisco en busca del billete fácil. Era cuestión de tiempo para que la fruta se pudriera. 

            Todo eso se daría en el curso que nuestra historia patria tenía que tomar porque sí, y los militares y sus allegados tenían suficiente combustible de reserva para darse al festín durante sabe dios qué tiempo. Pero a nada de eso quería darle yo mucha vuelta. No era en lo que deseaba concentrar mis energías. Mi interés primordial era el de ver a dónde y qué tan lejos me llevaría el llamado del arte.  El período de 1976 – 1977 me esperaba por delante como el tiempo en que haría mi debut público en varios concursos menores de arte y mi primera exhibición individual en el DEXA de la Universidad de Panamá. 

            Ya estaba en rumbo.

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